Imagina que tienes en tus manos tu fruta favorita y que está en el momento ideal para ser consumida. Imagina cómo luce esa fruta, cómo se siente en tus manos, cómo huele.
Ahora imagina que, luego de prepararla debidamente, le das un mordisco o pones un bocado en tu boca. Ese momento, ¿tiene algún sonido?
¿Puedes imaginar qué pasa al interior de tu boca al comenzar a masticar?
Vista, tacto, olfato, oído y gusto. Los cinco sentidos (y un poco de imaginación).
Si leíste el newsletter pasado o este post de instagram, sabrás que llevo un rato dándole vueltas a este asunto de los sentidos de percepción, después de ese notición que significó aprender que ya no se considera que sean sólo cinco. De hecho, me he enterado que la discusión al respecto está bastante abierta pues, si sumamos la interocepción y la propiocepción, ya van siete pero, además, estarían el sistema vestibular (relacionado con el equilibrio, a veces se considera uno solo con la interocepción), el sistema del dolor (a veces comprendido como algo diferenciado del tacto), el de la temperatura y la presión (ídem) y, mi favorito, el sentido del tiempo.
Todo esto, por supuesto, pone en duda la comprensión tradicional de los sentidos, definidos como una capacidad o habilidad fisiológica del organismo para recibir y procesar información del entorno. Y es que, si se acepta que la interocepción es un sentido, estaríamos hablando de algo así como la capacidad de sentir el entorno interior lo que, en términos de lenguaje al menos, es un bello oxímoron.
Lo interesante es que ese oxímoron, no se aleja mucho de lo que podría decirse es la «comprensión yógica» de los sentidos y es que, en el Ashtanga Yoga de Pantañjali, desde donde viene una de las más conocidas definiciones de Yoga hoy por hoy: «El yoga es el aquietamiento de los estados cambiantes de la mente», aparece también Pratyāhāra o «el retiro de los sentidos».
Tomo prestada la que podría ser la definición del concepto que aparece en el sutra 2.54, traducida del sánscrito por Georg Feuerstain (y del inglés por mi):
2.54: La retirada de los sentidos (pratyāhāra) es la imitación, por así decirlo, de la forma propia de la conciencia (por parte) de los órganos de los sentidos al desunirse (ellos mismos) de sus objetos.
En otras palabras: Podríamos acceder a la imagen, forma o naturaleza de la propia mente cuando los sentidos se retraen y se des-unen de los objetos que hacen que esos sentidos se despierten en primera instancia.
La importancia de la «educación» de los sentidos en la práctica de yoga, cuando este camino tiene por objetivo la liberación final, puede comprenderse mejor usando la conocida alegoría del carro (ratha kalpana), que aparece en el Kaṭha-upaniṣad:
El alma (atman) está montada en un carro. El cuerpo es el carro. El intelecto (buddhi) es quien maneja el carro. La mente (manas) son las riendas. Los sentidos (indriyas) son los caballos. Los objetos de los sentidos, aquello que los caballos abarcan.
En aquellas personas que no tienen entendimiento, sus sentidos están descontrolados, sus caballos, desbocados. Sin embargo, en las personas que sí tienen entendimiento, sus caballos están bajo el diligente control del intelecto y la mente.
Lo que me parece súper interesante es que, desde la doctrina del Sankhya, a la que pertenece el yoga de Patañjali, los sentidos (indriyas), serían 10 + 1. Que no es exactamente lo mismo que once, pero que es igualmente impresionante:
Por un lado están los cinco Jnanendriyas o sentidos cognitivos que, entre otras cosas, van del mundo exterior al interior: vista, tacto, olfato, oído y gusto.
Por otro lado están los cinco Karmendriyas u órganos de acción: brazos, piernas, boca (por la facultad de la palabra), órganos reproductores y órganos excretores. Éstos hacen la conexión desde el mundo interior al exterior.
El «uno» final sería manas, las riendas del carro, entendida como el aspecto de la mente (citta) que hace de puente entre el mundo interior y el exterior, sobre el que viajan los componentes de los jnanendriyas y los karmendriyas. Manas es responsable del procesamiento inicial de la información sensorial, que luego es analizada e interpretada por los otros aspectos de citta.
Es por esto que, en teoría, cuando los sentidos se retraen (pratyāhāra), se revelaría la naturaleza de la mente.
Me he dado esta vuelta gigante porque, primero, todos mis respetos a la tradición y las doctrinas del yoga pero, también, porque me gustaría compartir la siguiente reflexión/pregunta:
Está muy arraigada y romantizada la idea de que el yoga es ir hacia adentro, desconectarse del mundo exterior para reconocer y recorrer los paisajes internos. Esa separación del mundo exterior tiene como objetivo final poder percibir la verdadera realidad, trascendente, definitiva, sacándonos de la ignorancia. Si, en ese camino dejamos atrás los sentidos (ya sean internos o externos), ¿cómo somos capaces, entonces, de percibir esa verdad?



El día Sábado 15 de Abril, daré un taller/clase extendida dedicada a las inversiones. Serán 2.5 horas donde pasearemos por las diferentes asanas de esta familia, preparando desde lo más básico (movimientos de hombro, codo, muñeca, etc.) profundizando nuestra comprensión y, ojalá, consciencia. Será en la Sala Indriya (¡ideal para este newsletter!). Más información AQUÍ.
Además, siguen mis clases online, abiertas para todas y todos.