A veces, tengo la sensación de que el diálogo entre personas que piensan diferente es algo cada vez más complejo de conseguir, y es que no es una novedad que el mundo está cada vez más polarizado. Como si hubiera una exigencia de saber exactamente lo que una piensa, siente y opina frente a todo, en todo momento. No pueden haber errores, ni cambios de opinión, ni llamadas al debate porque, si la otra persona piensa diferente, no me interesa lo que tiene que decir. Y es que lo que yo sé/siento/opino es «La Verdad».
Durante bastante tiempo yo misma sentí esa soberbia y me ha costado crisis profundas permitirme abrir el corazón, lidiar con mi propia ignorancia y tratar de escuchar en vez de hablar. No siempre me resulta, (en mi rol de profesora hablo caleta), pero hago el intento.
Es fácil echarle la culpa a la tecnología, a los algoritmos, a los medios, a *los demás*, respecto de esta tendencia a la división, sin embargo, ¿qué pasaría si estos cambios tecnológicos y sociales fueran herramientas que evidencian un sesgo que existe desde siempre dentro de nosotras/os?
Conectando lo anterior con la fe, las creencias y las prácticas espirituales, siendo el yoga una de ellas, existe la siguiente fórmula: Religión = Cultos + Tiempo.
Si bien la violencia en nombre de una verdad incuestionable no es monopolio de la religión, es importante recordar que cualquier idealismo puede volverse autoritarismo. En el mundo del yoga algo sabemos al respecto…
B.K.S. Iyengar habló y escribió bastante respecto a cómo el yoga, aparte de un arte y una filosofía, es también una ciencia. En particular, hay una cita que rescato; las cursivas son mías: «El conocimiento tiene dos facetas: Una es objetiva y la otra subjetiva (…) El conocimiento subjetivo llega a través de la experiencia práctica, y el conocimiento objetivo se obtiene a través del estudio teórico. El yoga es un tema tanto práctico como teórico, pero no es una práctica ciega ni discursiva. Cualquier práctica necesita algo de conocimiento objetivo. Dicho conocimiento objetivo (…) se pone en práctica para experimentar su realidad (…) Este conocimiento experimentado lleva hacia el acto de repensar, reanalizar y reprocesar (…) Debido a esta renovación del conocimiento, la práctica toma nuevas formas…»
Me encanta eso de la Renovación del Conocimiento. Me parece alentador y fresco en estos tiempos de fanatismos varios y es que obliga a crear un diálogo. Sobre todo, me emociona viniendo de él, alguien perteneciente a una tradición de doctrinas, creencias espirituales y prácticas estrictas, y es muy valorable que le de importancia al método científico que rompe con la idea de que el conocimiento solo se obtiene a través de la reflexión, trayendo el establecimiento y posterior modificación de hipótesis, la observación, la medición, la experimentación, entre otros, a la palestra.
Y es qué ¿de dónde viene la separación entre ciencia y religión o creencias espirituales?
En la introducción al libro «La Diversidad de la Ciencia. Una visión personal de la búsqueda de Dios», de Carl Sagan, Ann Druyan dice que la división entre la ciencia y la religión no sucedió hace tanto tiempo, alrededor de 500 años y que esta se debió a que «un grupo de hombres religiosos se dio cuenta que para <<leer la mente de Dios>>, la ciencia era el mejor camino» porque, si Dios existe, la naturaleza es su creación y la lógica diría que comprendiendo la creación se puede comprender y conocer a la creadora. Fue entonces que se creó esa pared que dejó al método científico por un lado y a las creencias espirituales por otro. Y es que todo cambia cuando «el hombre» (rolling eyes) deja de ser el centro del universo. Si no, pregúntenle a Galileo, que murió preso por defender las teorías de Copérnico, declaradas como herejía por la Iglesia Católica.
Para los tiempos que corren, me parece importante aplicar el método científico a nuestras propias ideas y creencias y, desde allí, comunicarnos con las demás. Con esto me refiero a que, como dice Andrew Huberman, «lxs científicxs están acostumbradxs a los desacuerdos entre pares. Los datos nuevos que invalidan los hallazgos antiguos son una parte muy estándar e integral de la ciencia. A diferencia de Instagram, donde la opinión se ha convertido en ideología, la ideología se convierte en identidad y cualquier discusión compleja se convierte en una batalla de identidades».
Conecto todo lo anterior con el yoga concentrándome en la práctica de asanas: Si una de las razones de por qué practicamos yogasanas es que queremos sentirnos sanas y bien física y mentalmente, hoy podemos continuar aprendiendo de lo que han hecho otras/os positivamente antes que nosotros, (y es que nunca hay que olvidar que estamos paradas en hombros de gigantes) pero, también, aportar desde el cuestionamiento, la experimentación y la transformación de aquello que está obsoleto, en beneficio de nosotras mismas y, si somos profesoras/es, en beneficio de quienes practican con nosotras/os. Lo más genial es que, por la práctica misma sabemos que el cuerpo nunca es solo el cuerpo, entonces, toda experiencia atraviesa múltiples niveles, conectándonos mental, emocional y espiritualmente hacia adentro y es que, como dice Harari en su reflexión sobre Buda: «Los grandes dioses pueden enviarnos lluvia, las instituciones sociales pueden proporcionar justicia y buena salud, y las coincidencias afortunadas pueden convertirnos en millonarios, pero ninguna de ellas puede cambiar nuestros patrones mentales básicos». Ese, es un trabajo íntimo y personal que, sin importar lo que creamos, nadie puede hacer por nosotras/os.



¡Y así es como llegamos al último newsletter del año! Se siente un poco increíble,¿ o no? Espero estas reflexiones sean de beneficio para ti, para mi ha sido un placer escribir. Nos volvemos a leer en dos meses más ya que en enero no habrá Newsletter. Sin embargo las clases regulares presenciales u online, seguirán normalmente en enero 2023, ¡súmate!
Feliz solsticio, felices fiestas, feliz nuevo inicio en el 2023, como siempre, muchas gracias por leer. ¡Hasta la próxima!