Hoy, el cuerpo del yoga se ha convertido
en el elemento central de un retablo transnacional
de bienestar personalizado y redención cotidiana…
Mark Singleton
Asistí a mi primera clase de yoga āsana cuando tenía 17 o 18 años, alrededor del año 2002 o 2003. Llegué de puro tincada a esa clase donde, descubrí después, se enseñaba Yoga Iyengar aunque, en realidad, descubrí aún más tarde, no era un enfoque de Iyengar clásico. Al finalizar la clase, donde había habitado mi cuerpo como nunca antes en mi vida, hicimos adho mukha virāsana en las cuerdas. Entre temblores, miedos por colgar y sentir que estaba haciendo el ridículo, me invadió una emoción y una certeza que pocas veces he vuelto a sentir. Fue entonces cuando vi que esto era lo que quería hacer con mi vida.
Así comenzó este camino.
Después de algunos años, durante los cuales por supuesto exploré otros métodos de práctica, tuve el privilegio de formar parte de la primera generación de profesores certificados de Yoga Iyengar en Chile.
Obtener la certificación en Iyengar requiere una determinación demostrable. Los procesos de certificación requieren años de práctica física sostenida y los exámenes incluían el aspecto práctico, el teórico y la enseñanza, (hace un tiempo cambiaron los lineamientos por lo que hablo de mi experiencia con los lineamientos antiguos).
Si bien es cierto que también son procesos muy estresantes, hasta cierto punto interminables, (son varios niveles por lo que, si deseas, te obliga a estar siendo evaluada constantemente), sumamente competitivos (pero ¿en buena?) y agotadores, en parte, fue esa seriedad y compromiso con la práctica y el estudio lo que más me atrajo para hacer la formación.
Personalmente, siempre he sentido que las practicantes de Iyengar somos un poco les «nerds» del yoga, y no sólo por nuestro enfoque el estudio, sino también por el look, con esos shorts que a primera vista podrían parecer pañales y que nos hacen parecer a todas prácticamente iguales. Si comparamos eso con la atractiva imagen de un cuerpo hegemónico, flexible, liviano, «característico» de algunos otros métodos, yo entiendo por qué el Yoga Iyengar podría no resultar tan atractivo para algunes.
Muchos métodos de yoga āsana están siendo cuestionados hoy en día por más de una razón, (cosa que me parece difícil pero necesaria). Y si bien las experiencias individuales pueden variar grandemente dependiendo de la profesora, el lugar o la clase en específico, en relación al Iyengar, yo diría que el cuestionamiento se centra en, al menos, dos aspectos interconectados:
1.- Alineación:
De acuerdo al método Iyengar, las asanas deben lucir de cierta manera para que estén correctamente ejecutadas, (la manera correcta, muchas veces, es la manera en que el señor Iyengar muestra en las fotos de su libro Luz sobre el Yoga de 1966). Aunque esta determinación puede parecer arbitraria en principio, tiene la intención de cultivar la atención plena a través de una práctica de asanas que exige una concentración total. Y es que el Iyengar, está completamente fundamentado en los Yoga Sutras sin embargo, en vez de comprender los ocho estadios que Pantañjali compila como lo que parecen ser niveles, el señor Iyengar creía que en la práctica de āsana y prānāyāma se pueden conseguir todos los estados del ashtanga yoga: yama, niyama, pratyahara, dharana, dhyana y samadhi. Esto, por supuesto, siempre y cuando una habite su cuerpo, prestando atención incluso al más mínimo detalle. Además de lo anterior, que podría ser comprendido como una conexión forzada, el enfoque constante en los aspectos físicos puede complicar la integración de aspectos filosóficos y/o espirituales relacionados con la práctica.
2.- Rigidez en la enseñanza:
Si al enfoque en la alineación agregamos: El uso de accesorios o props, el mantener las posturas por períodos prolongados, la expectativa de que las practicantes sigan al pie de la letra las indicaciones, (lamentablemente, existen videos muy cuestionables donde el propio Iyengar se frustra, llegando incluso a la violencia, cuando alguien no seguía sus instrucciones), la sugerencia sobre cómo vestirse, entre otros… es comprensible que algunas practicantes puedan considerar esto como demasiado rígido o estricto, pues puede obstaculizar el flujo y la espontaneidad que algunas personas buscan en su práctica.
Evidentemente, todo es cosa de gustos, y lo que algunas personas podrían considerar rigidez o rigor, otras pueden verlo como un profundo compromiso con los principios de alineación, seguridad y beneficio terapéutico a la hora de practicar.
Particularmente luego de la lesión que tuve en mi cadera hace algunos años, (una lesión bastante frecuente entre los profesores de Iyengar), sumado al hecho de que recibí mi primer nivel de formación a los 22 años, (en ese momento, bromeábamos diciendo que era como «casarse» con el Iyengar pues, de acuerdo a los lineamientos del método, una vez que enseñas Iyengar no puedes enseñar otra cosa), junto con el paso de los años y la observación de tantas personas practicando, comprendiendo el margen de variación existente según factores como el tipo de cuerpo, la flexibilidad y cualquier limitación física existente, me he planteado una serie de preguntas. Muchas de estas interrogantes no tienen respuestas, pero considero importante compartirlas, en caso de que hayan otras personas que puedan identificarse con lo que ha sido este viaje:
¿Las posturas deben lucir iguales o sentirse iguales entre las personas?
O, ¿deberíamos priorizar la seguridad al practicar?
Dados los beneficios terapéuticos, tanto físicos como mentales y emocionales que tiene la práctica de āsanas, ¿deberíamos concebir las secuencias como terapia?, ¿estoy capacitada para eso?
¿Cómo es que el Yoga, que indudablemente se conecta con la trascendencia del espíritu, termina reduciéndose al aspecto físico de sí misma, creando un apego profundo al cuerpo?
Como mujer, practicante y profesora sur americana, siento una responsabilidad especial en lo que quiero transmitir a través de mi enseñanza. Busco ir más allá de las formas e intentar encontrar un equilibrio, cuando se pueda, entre el respeto por la tradición y el presente en toda su complejidad. Mi objetivo es que cada práctica sea una experiencia de crecimiento, bienestar y conexión con lo más profundo de una misma. A veces se logra, a veces no.
Y tú, ¿qué piensas?





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Muchísimas gracias por leer, ¡hasta la próxima!


Un comentario en “#18: Yoga Iyengar: reflexiones y preguntas.”
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