Desde hace un tiempo que he estado preguntándome sobre el camino que me llevó a descubrir el yoga, en un momento donde su popularidad no era tan grande como hoy y, si bien ese camino tiene muchos hebras, hay una que percibo como la central:
Todo partió con mi interés por las religiones. Fui criada en una familia católica, sin embargo, siempre me pregunté respecto a las diferencias en las creencias religiosas y recuerdo cuando, alrededor de los 12 años, después de hacer un trabajo para el colegio sobre el Judaísmo, confirmé mi intuición: habían distintos puntos de vista al momento de abordar este misterio gigantesco que implica nacer, vivir y morir en el planeta Tierra.
Ale: 1, Catolicismo: 0.
Mi adolescencia, sumada a la inevitable crisis existencial que la acompaña, significó la transformación de ese cuestionamiento en una admiración profunda por todo lo exótico, entendido, literalmente, como aquello que estaba fuera de mi realidad, lo distinto, a veces lejano y extravagante. Entonces, no pasó mucho tiempo para que mi interés se moviera hacia lo que algunos podrían considerar como los orígenes de las ideas religiosas, encontrando en los mitos, las historias de origen, un espacio intelectual, emocional y espiritual que ninguna religión jamás me dió.
Lo que más me gustaba, sin ninguna duda, eran las hermosas imágenes poéticas utilizadas, por ejemplo:
«Pārvatī oyó por primera vez el nombre de Siva en boca de sus compañeras de juegos (…) Lo llamaban «Señor de las cenizas y del aceite». ¿Qué significaban esas palabras? O también: «Serpiente entre las serpientes, aguijón del toro». A Pārvatī le gustaba no comprender. Para ella lo oscuro era lo que atrae por encima de todo. De otra forma, todo cuanto la rodeaba hubiese resultado demasiado transparente.»
Roberto Calasso, Ka.
El asunto es que, de acuerdo al mitólogo Joseph Campbell, a lo largo de las mitologías y de los sistemas religiosos del mundo, aparecen las mismas imágenes, los mismos temas repetidos una y otra vez, a estos temas se les llama «Ideas Elementales» (Adolf Bastian). Sin embargo, cada vez que estas imágenes/ideas aparecen, lo hacen revestidas de manera diferente, con diferentes aplicaciones e interpretaciones.
Campbell dice que el mito y la religión vienen de la misma zona que los sueños. Cuando soñamos, el aspecto racional de nuestra consciencia no entiende lo que soñamos y podemos ir a una psicoanalista, que tampoco entiende lo que soñamos pero que nos puede ayudar a comenzar a comprender. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la interpretación es gradual y viene de la exploración de nuestra propia sabiduría.
Y es aquí donde, en mi experiencia, todo se transforma en un uróboro precioso y es que, el interés por lo exótico, por lo de allá lejos, no hizo más que devolverme a lo de aquí cerquita, a lo que está dentro de mi, porque es allí donde las cosas toman sentido.
¿Y qué mejor manera de conectarse con una misma que a través de la práctica de yogaasanas, pranayama y meditación?
De acuerdo a Campbell, más allá de buscar un sentido para la vida, (algo que estaría relacionado a una experiencia mental), lo que buscamos es la experiencia de estar vivas, y es en esa comunicación entre lo externo y lo interno, en donde, a veces, podemos encontrar el éxtasis. Los mitos, las historias ancestrales, son pistas externas que nos ayudan a encontrar eso dentro de nosotras mismas.
El Yoga está lleno de mitos, rituales, historias de origen, muerte y sacrificios, hay muchas creencias asociadas, ideas sobre la realidad, la naturaleza y el cosmos. ¿Sabías que práctiamente cada una de las posturas, cada una, puede ser entendida desde un sentido simbólico?
Pero hay algo importante y que, una vez más, nos lleva desde el afuera, hacia el adentro:
Los mitos y las religiones están compuestas por imágenes que son metáforas trascendentales. Según Campbell, es muy relevante no perder el mensaje. Los mitos son poesía, no prosa, no deberían ser entendidos de manera literal. Él hace un llamado a cuestionar aquellos sistemas en donde el símbolo es más importante que el significado: «Cada mitología, cada religión, es verdad en este sentido: como metáfora del misterio cósmico y humano.»
Mi amor por el yoga se relaciona con que me ha permitido, durante tantos años, conectar con historias, imágenes y símbolos preciosos, que alimentan mi experiencia y me emocionan. También, al digerir todo aquello a través del cuerpo, lo cuestiono, me rebelo, me salgo, pero no hay caso, la cuestión se reinicia y vuelvo a enamorarme, y la crisis no hace más que profundizar el amor y el agradecimiento de haber encontrado esta forma, al mismo tiempo íntima y trascendental, de habitarme y habitar el mundo.
Y a ti, ¿qué caminos te condujeron al Yoga?



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